El lenguaje oral y escrito son un vehículo de expresión y una herramienta en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Somos pieza fundamental del proceso de comunicación y ésta función se vuelve más importante y comprometida cuando nos convertimos en docentes.
El docente es portavoz del conocimiento y es su responsabilidad que éste llegue de manera efectiva, directa, congruente y objetiva al educando.
En la actual sociedad de la información, el alumno está propenso a distracciones que pueden acaparar su atención a información superflua, interesante, necesaria, pero muchas veces errónea, y es el compromiso del docente orientarlo a identificar lo bueno y lo malo de dicha información para que decida lo que le conviene o no para su crecimiento intelectual; académicamente hay que orientarlos a ser emisores y receptores críticos para que elaboren mensajes orientados a un crecimiento intelectual y creativo.
Todo docente desea que el conocimiento sea significativo para sus alumnos, para ello debemos compartir estrategias cognitivas relacionadas con el empleo del lenguaje oral y el escrito que faciliten la adquisición del conocimiento, pero el alumno debe estar consciente de dicho proceso para que lo comprenda y aplique en su vida personal y profesional.
Sabemos que para comunicarnos necesitamos de tres elementos indispensables: emisor, receptor y mensaje; juntos forman un circuito "triangular" en el que fluye no sólo el mensaje, sino también la participación del emisor y del receptor, así como toda una serie de elementos ajenos y propios a éstos.
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